En el laberinto lleno de humo de la ciudad de Nueva York, donde los sueños se asan y ocasionalmente florecen, Leah Reinhardt es un raro híbrido: una camarera convertida en comediante cuyo ingenio es tan afilado como los cuchillos de una cocina con estrella Michelin.
Leah, ex propietaria de un bar, favorita de los fanáticos en Balaboosta del Village y ahora una estrella en ascenso en la escena de la comedia, demuestra que los chistes de la vida se expresan mejor con una bebida fuerte en la mano y una lengua más afilada.
Nacida gay (y gloriosamente sin remordimientos por ello) en las afueras de Chicago en 1980, Leah no siempre supo que dejaría la tierra del plato hondo y la negación profunda. Fue necesario salir del armario en el año 2000 y darse cuenta de que Missouri no estaba preparada para que su estilo de brillantez la estimulara.
Sus títulos en Inglés y Ciencias Políticas en Mizzou le dieron la habilidad para analizar los absurdos sociales, mientras que un período de seis meses en Londres le dio espacio para respirar y estudiar en el extranjero.
En 2003, había cambiado las onduladas llanuras por la jungla de asfalto de Brooklyn, armada con poco más que esperanza, alegría y el sueño de convertirse en la barman más legendaria de Nueva York. Y si el mal humor fuera un deporte olímpico, se habría llevado el oro. Dos décadas después, Leah había servido suficientes tragos como para ahogar a un ejército y escuchado suficientes historias como para llenar una biblioteca.
¿Qué puede hacer una mujer con tanto material? Fácil: subir al escenario y hacer reír a la gente hasta que les duela el costado.
La comedia de Leah es un cóctel embriagador de mordaces comentarios políticos, observaciones absurdas y el tipo de humor seco que te hace pensar antes de escupir tu bebida. Su viaje comenzó en pequeños espectáculos familiares, donde la multitud a menudo incluía personas a las que les había servido un trago de whisky esa misma noche. Pero su talento, y esa combinación característica de coraje y encanto, rápidamente la impulsó a festivales de comedia, donde se convirtió en una fuerza a tener en cuenta.
Imagínese a Leah Reinhardt en el escenario: una corbata flojamente anudada alrededor de su cuello, un brillo travieso en sus ojos y un micrófono apretado como un arma de la verdad. No sólo es divertida: es devastadora, brillante y tremendamente hilarante. Sus chistes cortan el ruido, dejándote al mismo tiempo doblado de risa y cuestionando el estado del mundo.
La historia de Leah es una de resiliencia, reinvención y rebelión. Es el tipo de mujer que podría hacerte reír en tu propio funeral y aun así dejarte con un profundo sentido de esperanza. En una ciudad llena de soñadores, ella es la prueba viviente de que el trabajo duro, el humor y un toque de audacia pueden transformar incluso los conciertos más difíciles en un escenario en el que vale la pena subirse.
No te pierdas el próximo programa de Leah en 11 de enero en Hill and Bay, 581 2nd Ave.a las 9 pm Y para tu dosis diaria de ingenio y sabiduría, síguela en Instagram en @leahreinhardtlaughs. Confía en nosotros: tu hueso de la risa te lo agradecerá.